Comenzar a hablar de las personas que conformamos el grupo denominado de la “diversidad sexual” en los espacios laborales, es iniciar un proceso de reconocimiento de la diversidad como tal.
En mi experiencia estos últimos años al hablar del tema en reuniones con representantes de empresas, me ha funcionado iniciar la conversación en preguntarle a las personas, ¿cuántos tipos de “diversidad” conoces?. Las respuestas básicas comienzan a arrojarse diciendo de género y por edad. Los que conocen mi área de especialidad entonces mencionan “preferencia [orientación] sexual”. De ahí nos seguimos a creencias religiosas, afiliación política, color de piel, nivel de estudios y nacionalidad.
Ya que tenemos todos estos “cajoncitos” donde acomodarnos, le pido a las personas en la mesa que se ubiquen en cada una de esas categorías, que se auto-ponga estas etiquetas.
Todas son características que conforman nuestra condición personal, elegidas o no, creadas o no, pero que hacen un “todo” de lo que somos hoy día y entonces siempre surgen varias categorías más desde luego. Si le sumamos características físicas o aquellas relacionadas con su entorno familiar entonces ni se diga que surge siempre una enorme lista.
Puedo entonces hacer la reflexión si cada uno de estos subgrupos es mayoría en un grupo dado de personas. Obviamente la respuesta es no, a menos que las categorías sean menos específicas y permitamos agrupar a las personas de manera más general.
Y la pregunta en la mesa es ¿has experimentado ser parte de una de estas minorías alguna vez en la vida? ¿has tenido que ocultar alguna de estas características que te hacen diferente ante otra persona? ¿durante cuánto tiempo lo ocultaste? ¿en una conversación, un día, toda la vida?
Siguiente paso, hablar entonces de qué características definen a las personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Travestis, Transexuales, Transgénero e Intersexuales. Nadie es perfecto, lo sé, pero las lagunas de información en estas definiciones son constantemente grandes, y más cuando hablamos de las tres “T” y ni se diga de la “I”.
Usualmente con quien estamos sentados hablando del tema, es alguien que ya está interesado en el tema y quisieran que saquemos una receta mágica que les ayude a integrar a las personas LGBT por arte de magia en todas las operaciones, programas y políticas de sus espacios laborales. Ojalá la tuviéramos, ojalá fuera así, pero no.
De aquí surge un árbol nuevo de preguntas ¿por qué te interesa el tema? ¿hay una situación interna que resolver? ¿alguna situación particular con alguna persona usuaria de tu empresa? ¿eres parte de este grupo minoritario? ¿a cuántas personas LGBT conoces de primera mano dentro de tu oficina?
De esto iremos hablando a detalle en futuras entregas, pero el punto aquí es que podamos poner el tema en la mesa, decirlo con todas sus letras, entender el punto de partida que se tiene para que hablemos del tema, y encontrar cuál sería la acción más fácil que se puede tener dentro de la empresa para iniciar el trabajo de la total inclusión de las personas LGBT en el espacio laboral.
Los avances en legislaciones a favor del matrimonio entre personas del mismo género en nuestro país han permitido que se hable del tema. A favor o en contra, en debate, juicio, opinión expresa o señalización, pero cada vez más personas se permiten expresarse al respecto.
Gracias a la tecnología y a las redes sociales, la población que tenemos acceso a estas, nos hemos visto expuestos al fenómeno “arcoíris”. Lo cual ha ayudado poco a poco en los últimos cinco años a darnos cuenta que estamos más cerca de lo que imaginábamos de una persona lesbiana o gay. Y también que hay personas trans a nuestro alrededor y no solo son personajes de ficción o caricaturizados de la televisión abierta masiva comercial.
Ni qué decir de ubicar que dentro de todo espacio laboral, hay al menos una persona que cae en la categoría LGBT, y que es muy probable que es muy probable que esta característica no sea abierta hacia el resto de las personas que le rodean.
Romper la ideas que aún tienen muchas personas que dicen “en esta empresa no hay nadie así, ya lo sabría o me habría dado cuenta”. Siento mucho decirles lo contrario, estamos en todos los grupos de edad, en todas las zonas geográficas, en todas las profesiones y sobre todo, formamos parte de la fuerza laboral de este país.
Este comienza a ser el momento afortunado para hacer la diferencia. Hablemos de cómo incluir a todos los niveles de nuestra conversación a las personas que somos parte de esta gran gama de la “diversidad sexual”.
Inclusión laboral y diversidad sexual
Francisco Robledo
ADIL Diversidad e Inclusión Laboral – Socio Fundador